lunes, 10 de noviembre de 2014

¿Qué dirías en mi funeral?

No tengo pinta de ser llorona, pero lo soy. Las pocas personas que me han visto chillar lo saben perfectamente. Sin embargo, en los funerales me cuesta mucho echar una lagrimita. En Guasipati tenía una vecina que se desmayaba y caía de rollito para el piso, así como poseída. Daba gritos y pedía al difunto que se la llevara. ¿Por qué se llora al cuerpo?

Siempre me ha impresionado cómo el ser humano reacciona ante la muerte física, ante la “presencia”, no la “esencia”. Cuando mi cuerpo ya no funcione más y no pueda oír el canto de los pájaros, deje de oler los domplines recién hechos que mi mamá prepara con tanto cariño, cuando no pueda sentir los besos apasionados del hombre que me ama (y yo también), ese día estaré tiesa, sí, muerta pues. Ese es el destino de todos nosotros. Hay un dicho que reza que “la muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja”.

Nos pasamos la vida criticando a todo el mundo, viendo lo mal hechos que están los demás. Yo todos los días agarro una arrechera con los choferes estúpidos que me adelantan por el hombrillo y se meten justo en el espacio que dejo para no chocar el carro que tengo en frente. Es precisamente en ese instante cuando no existo. Muero. Dejo de ser yo. Debo reconocer, no obstante, que he hecho grandes progresos. Ahora, ya no grito tanto. Y volviendo al tema de los funerales y tal, además de llorar, la gente se despide del muerto con algún discursito, entre llanto y sonrisas.

Pareciera que los funerales no son hechos para los muertos sino para los vivos.


Por tal razón, me gustaría saber ¿qué dirías en mi funeral?


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