martes, 14 de octubre de 2014

¿De dónde salí?

Soy el primer resultado de la unión de los 23 cromosomas de Menfis Bravo y de los 23 de Elpidio Rojas. Nací un 24 de diciembre de 1974. Mi nombre iba a ser Pascualina, ¡menos mal que se echaron para atrás! Creo que Yelisette les quedó más original. La que una vez fue una frondosa selva en los alrededores de El Callao en el estado Bolívar albergaba el hospital donde mamá y papá tuvieron a su primogénita (o sea, yo). Fui la consentida de todos por casi dos años hasta que llegó a la familia mi hermana Rita Margreth, luego Menfis Alejandra y por último Elpidio Ramón. Fin de la fábrica. Resultado: una familia de seis.

Hasta los dieciséis años viví en Guasipati. Los 155 centímetros de altura que tengo los alcancé jugando entre los árboles de pesgua, mango, naranja y mandarina que había en el patio de la casa y ayudando en la crianza de animales de granja como cerdos y pollos. No veía mucha televisión porque sólo se veía un canal (VTv), pero sí escuchaba radio y leía mucho. No éramos precisamente ricos, pero nunca percibí que nos faltara algo. Papá trabajaba en un aserradero y mamá se desempeñaba como maestra de aula.

Todo fino hasta que llegó la menarquia y con ella el desarrollo. Mientras mis amigas se retorcían de dolor cuando tenían su periodo, el mio pasaba sin pena ni gloria. Lucky me! Nunca me consideré bonita. De hecho, tenía una compañera de clases que se encargaba de recordarme lo grande que era mi nariz y hasta la comparaba con objetos como campanas, etc. Gracias a ella sé perfectamente lo que es odiar a alguien con todas las fuerzas de mi ser (y más allá). Sin embargo, notaba que era atractiva porque admiradores no me faltaban. Llegué a tener mi primer novio a los 15 años, pero esa relación sólo duró, como diría mi querida amiga Carmen Rodríguez Blanco, lo que permanece un pedo en un chinchorro. Fui bachiller a los 16 y a partir de entonces dejé aquel pueblecito que me vio crecer.

Allá siguen viviendo mamá, mi hermana Rita Margreth, mi hermano Elpidio Ramón y mis sobrinos Julif y Jimena. Mientras tanto, papá dejó su cuerpo para instalarse en mi corazón hace casi quince años.
En mi casa de Guasipati. Mamá y sus nietos Marcela (en brazos), Julif y Jimena. Diciembre, 2013.

3 comentarios:

  1. Qué rico haber tenido esa infancia. La mía se parece bastante, no crecí en un pueblito, sino en Valencia, para ese entonces era un pueblo grande. Mi casa estaba ubicada en un terreno de 4.000 mt2, lleno de mangos, guanábanas, guayabas, naranjas, el rosal de mi mamá. No había día que no estuviera encaramada en un árbol, o corriendo a las gallinas y los patos del corral. La señora que cocinaba: Niñas, dejen a esos animales, no van a engordar. De esto ha pasado muuuuuucha agua bajo el puente.
    Gracias por hacerme recordar viejos y ricos tiempos.

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    1. Me contenta que le haya gustado, mamá María. Seguiré echando mis cuentos de camino...

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  2. No sabia que te dedicabas a la escritura. Te felicito.

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